19 septiembre 2006

Lucía y el sexo: Ensoñaciones de un narrador

Lucía y el sexo. España, 2001

Director y guionista: Julio Medem

Intérpretes: Paz Vega, Tristán Ulloa, Najwa Nimry, Elena Anaya

Temáticas de interés: Adulterio e infidelidad, sexo esporádico

Sinopsis:

Lorenzo, un escritor, sufre un grave accidente. Lucía, su novia, abandona Madrid dándolo por muerto y decide escaparse a una isla del Mediterráneo para asimilar la noticia. Allí se encuentra con otros personajes que también huyen de su pasado: Elena, la dueña de la pensión en la que se hospeda, y Carlos, el otro huesped. Mientras unos flash-backs nos cuentan la relación entre Lucía y Lorenzo, descubrimos también que Elena y Carlos están estrechamente unidos con la historia que Lucía pretende olvidar.

Comentario:

El cine de Julio Medem siempre tiene un marcado tono onírico y sensual, que en el caso de Lucía y el sexo se acentúa configurándose como una fantasía erótica a la medida del protagonista masculino, Lorenzo, en el que no es difícil ver a un alter ego del propio director. Lorenzo es también un artista y constructor de narraciones, en este caso literarias, que se representa según los más tradicionales clichés románticos de la vida bohemia: atormentado, infantil, egocéntrico, con un punto de locura, y capaz de absorber las vidas de todos los personajes que le rodean y jugar a mezclarlas en sus ficciones.

Por su parte, las tres mujeres de la película representan tres fantasías sobre la femineidad diseñadas al gusto del hombre. Lucía, a pesar del título del film y de ser el personaje más activo que conduce la historia, no es en realidad más que uno de los componentes del harén de Lorenzo, cuyo punto de vista es el que preside la narración. Como otras mujeres del cine de Medem, Lucía es apasionada y terrenal, frente a la figura angelical que representa Elena y la ensoñación sexual que resulta ser la tercera en discordia, Belén. Por ser el personaje más próximo a la realidad, es normal que se convierta en la novia oficial de Lorenzo, aunque su relación transcurre de la forma más fácil y complaciente para él: se le declara en un bar halagando su ego de escritor; fan incondicional de su libro, lo ha seguido por la calle y se ha enamorado de él sin conocerlo. Este comportamiento, que en la vida real consideraríamos obsesivo y hasta peligroso, es transformado por la puesta en escena de Medem en la perfecta fantasía de un adolescente hecha realidad. Lorenzo no tiene que hacer ningún esfuerzo para comenzar la relación, ni para mantenerla, porque Lucía resulta ser una inconmensurable fuente de fantasías eróticas. La convivencia y la cotidianeidad no existen en la película: el centro de la vida de la pareja es la cama. Lucía va a trabajar en el mundo real de camarera y saca las castañas del fuego, mientras el escritor puede refugiarse a su gusto en su universo doméstico de ficción.

Belén, la amante de Lorenzo, es el personaje más propio del cine erótico. Buscando permanentemente la excitación sexual propia y ajena, le ofrecerá al escritor una perfecta fantasía de película porno: el hombre que se acuesta con la madre y con la hija, una historia que además él aprovechará para su novela. Y Elena, el otro personaje femenino, es el tercer cliché machista sobre la mujer ideal: protectora, maternal, bondadosa y que ayuda al resto de personajes de la trama. Su naturaleza etérea no le impide ser sexualmente desinhibida y ofrecerse a Lorenzo como regalo de cumpleaños en una poética noche de luna llena. Elena le permitirá, además, vivir también la experiencia de la paternidad de la forma más cómoda: ella se ocupará de su hija, que para Lorenzo será tan sólo un juego más en su vida. Luna, la niña, es también una hija de ensueño: no molesta, no hay que criarla ni estar pendiente de ella, sólo verla de forma furtiva en el parque y contarle historias que, naturalmente, ella escucha con interés y casi devoción. Esta falta de compromiso no impide que, cuando por una tragedia del destino la pequeña muere, Lorenzo se permita jugar al padre destrozado. Aunque, en la complaciente, narcisista, fácil, y, también hay que decirlo, formalmente deslumbrante ficción que es Lucía y el sexo, hasta la muerte tiene solución gracias a la fantasía del escritor, que toma al final las riendas de la historia y la lleva hacia el punto que quiere.

Escenas destacadas:
  • La relación entre Lorenzo y Lucía se basa en el sexo, y esto se plasma en muchas secuencias con música y montaje discontinuo donde somos espectadores de la intimidad de la pareja. Entre los juegos que practican están los strip-tease, las fotos durante la cópula, y el exhibicionismo cuando Lucía, sentada en la terraza de un café, se quita las bragas para excitar a su novio.
  • Varios planos del film rozan la frontera entre cine comercial y pornografía, sobre todo los que muestran a una mano femenina acariciando a un pene en estado de erección. Esto coloca a Lucía y el sexo entre un grupo de películas, en el que también se encuentra Intimidad, que ensanchan los límites de lo permitido en las salas convencionales de cine.
  • Belén se masturba viendo uno de los vídeos porno en los que actúa su madre. El novio de esta última se excita a su vez observándola. Posteriormente, Lorenzo se masturbará también contemplando el mismo video, que Belén le presta.

Anécdotas:
  • Gozó de un importante éxito de taquilla en España, con más de 1.300.000 espectadores, consolidando el nombre de Medem entre los grandes del cine español. Las críticas fueron en general positivas, y el film fue uno de los pesos pesados de las nominaciones a los Goya con once candidaturas, de las que obtuvo los premios a mejor actriz revelación para Paz Vega y mejor banda sonora para el compositor Alberto Iglesias. En la categoría de mejor película del año perdió frente a Los otros de Alejandro Amenabar.
  • El personaje de Lorenzo no estaba en el primer proyecto de guión, que se centraba en la interacción entre los personajes que intentan rehacer su vida en la isla. Posteriormente, Medem añadió el relato del pasado de estos caracteres, y allí surgió Lorenzo que vincula las historias de todos ellos.
  • Los actores utilizaron dobles en algunas de las atrevidas escenas eróticas.
  • Fue la primera película española rodada íntegramente con cámaras digitales de alta definición, lo cual permite un ritmo de rodaje más rápido y trabajar en condiciones de luz más extremas.

Sobre el director:

Julio Medem nace en San Sebastián en 1958. Estudia medicina, pero su interés acaba decantándose por la crítica de cine y posteriormente por la realización de modestos cortometrajes. Su opera prima Vacas (1992) supone una revolución estética y narrativa en el anquilosado cine español de esa época. Su audaz puesta en escena, basada en encuadres poco habituales que toman el punto de vista de la naturaleza, juegos con el montaje y un guión lleno de capas y metáforas, provoca reacciones enfrentadas entre la crítica. Su segunda película, La ardilla roja (1993), probablemente la mejor de su filmografía, es una inteligente sátira sobre el machismo a la vez que una inusual comedia romántica. Con Los amantes del círculo polar (1998) y Lucía y el sexo consigue por fin el éxito comercial y el reconocimiento como uno de los principales directores del cine español, aunque a costa de simplificar el contenido de sus películas. A continuación, en un sorprendente giro, decide dedicarse al documental político con La pelota vasca (2003), una película muy pobre a todos los niveles en comparación con su cine anterior, pero que sin embargo alcanza una gran taquilla a causa de la controversia que origina. En todo su cine - con la evidente excepción de La pelota vasca- la sensualidad está muy presente, sobrevolando las historias.

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